Hoy íbamos muy felices por el monte paseando

Hoy íbamos muy felices por el monte paseando, Lucy, Bea yo y los perretes nuestros con su mejor amiga Leda. Primero subimos por un camino algo empinado con muchos árboles. No había eucaliptos y eso me llamó la atención. Al llegar arriba de la primera cuesta respiramos aliviadas de poder haber salido un rato de casa, los perros corrían felices por el lugar mientras sus dueñas se iban contando las aventuras de los días previos en confinamiento.

No sé se quién fue la maravillosa idea de ir a por las bicis para poder hacer más recorrido en el mismo tiempo que iba a durar la cuarentena. Ni lo pensamos, somos un poco irresponsables pero por salud mental tenía que ser así.

Durante el trayecto nos cruzamos con varios caballos y Lena intentó morderle las patas. Yo me moría de vergüenza y le pedía disculpas a su jinete mientras él se descojonaba de risa. Cuando la galga se cansó de jugar con las patas de un caballo blanco continuamos pedaleando hasta llegar a un camino sin salida donde una casa con techo de pizarra y jardín espectacular se encontraba semioculta entre varios árboles enormemente frondoso. 

Delante el portal del garaje había una pecera preciosa y algo peculiar, el mural que decoraba el fondo era con motivos caninos hasta la mitad y el resto el típico paisaje de pecera con plantas acuáticas, arena, piedras y un pequeño barco hundido. Aparcamos las bicicletas y estuvimos viendo aquellos peces con los que nos sentimos muy identificadas: allí encerrados dando vueltas de un sitio a otro y creyendo en la suerte que tenían por su corta memoria... Dicen por ahí que tan solo es de tres segundos pero no sé... mientras los veíamos, un pececillo naranja murió y acabo flotando cerca del lecho "marino" y pocos segundos después un blanco y negro de cola larga. Lucy, Bea y yo nos miramos extrañadas y nos encogimos de hombros cuando en eses momento salió por el portal lo que parecía ser el propietario de la pecera y aquella hermosa casa... Nos dijo que nos fuéramos a casa que en estado de alarma no deberíamos salir tan alegremente de casa... Cuanta razón tenía, nos dimos la vuelta y comenzamos a caminar olvidando las bicicletas apoyadas en el muro...

 Íbamos hablando con el señor que salía hacia su coche aparcado en un lado del camino cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado las bicis... Los perros seguían disfrutando del paseo, hasta Koi corría cual corcel... Se acercaron unos perros del barrio a interactuar con los nuestros, Lucky se puso tenso y le gruñó a un cachorro. Me acerqué para intentar cogerlo para evitar males mayores mientras Lucy y Bea iban a por las bicicletas...

En ese momento abrí los ojos y me desperté en cama pensando en lo bonito que hubiera sido que aquel sueño fuera real. ¡Cómo disfruté el paseo!

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