Desde que empezó a quererse más, todo cambió

Desde que empezó a quererse más, todo cambió. Al principio todo fueron cambios sutiles, sentirse mejor, verse algo más hermosa cada mañana al mirarse al espejo, a valorarse por sus capacidades de trabajo, de empatía... Comenzó a abrirse con aquellas personas más cercanas y se sorprendió de que esta pequeña evolución era una etapa por la que todas sus amigas habían pasado de una u otra forma. La confianza en sí misma empezó a brotar en el interior como una planta que germina en primavera y crece con las lluvias de abril para en verano estar hermosa y fuerte.

Hablando con otras mujeres cayó en la cuenta de que todas había tenido una misma carencia en su educación más temprana, nadie le había dado herramientas para enfrentarse a un mundo lleno de clichés y estereotipos. Le había faltado aliento por parte de su entorno para lograr conseguir sus sueños, ella había soñado siempre con ser ilustradora pero su familia le repetía una y otra vez que cuando fuese mayor lo mejor que podía hacer era casarse con un hombre y formar una familia feliz, perpetuando así lo que había estado entrenando con aquellos juguetes de bebés y muñecas que le había regalado en su más tierna infancia. 

Samanta sabía que aquello no era para ella, nunca había soñado con ser madre de nadie ni ser la mujer de algún buen señor que le trajera dinero a casa para cuidar a su familia. Ella lo sabía y el resto lo ignoraba, no porque no se manifestase en alto pues ella desde bien pequeña quería pintar y vivir de su creatividad... Soñaba volar como un pájaro y conocer muchos lugares inspiradores así como personas interesantes que poco a poco incorporaría de una u otra manera a su vida, gente que la animara a pintar, a dibujar y a hacer todo aquello que le hacía feliz, ser artista.

No se dio cuenta de todo aquello hasta que acabó el instituto y se fue a estudiar Bellas Artes a una universidad a varios quilómetros de distancia de su casa, teniendo que compartir piso con una joven que acabó siendo su mejor amiga. 


Ese cambio del que ahora os hablo es un cambio por el que yo también he pasado, en el que he aprendido a valorar mis capacidades, a cortar relaciones tóxicas que no aportan nada a mi persona y que restan energía y buen rollo. Una especie de metamorfosis en que tuve la suerte de conocer a Samanta. Mi nombre es Alicia y si tenéis la suerte de coincidir con Samanta en esta vida sentios afortunadas pues es una gran mujer, creativa donde la haya y buena gente a más no poder. Empezamos la vida juntas como compañeras de piso, ella estudiando Bellas Artes y yo Biología... Samanta era una chica anulada por todo lo que había escuchado en su casa durante toda su vida, sé que no era con mala intención por parte de sus más allegados pues en el fondo la quieren mucho. Pero el patriarcado es lo que tiene, perpetúa estereotipos y hace que se sigan educando a las mujeres como madres, cuidadoras, etc... "Búscate un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera" le cantaba su hermano Jorge muchas veces cuando salía el tema del deseo de Samanta de ser artista. Por suerte, las ganas de la mujer que os hablo pudieron más que los prejuicios de su madre, su padre y su hermano... Su abuela, siendo una mujer muy mayor fue la única en casa que alimentó su ilusión y sus deseos de ser ilustradora, ella fue quien le dio la fuerza para luchar contra viento y marea y poder seguir su sueños, de hecho fue la que hizo posible que pudiera estudiar en la universidad pues cuando falleció le dejó todos sus ahorros para Samanta pudiera costearse los estudios que la llevarían a ser una ARTISTA.

El día después del funeral de su abuela se miró al espejo, vio una cara triste y sombría y no le gustó lo que el espejo le mostraba, pensó para sí y se dijo para sus adentros "Abuela, voy a ser artista gráfica y el mundo lo va a ver, te debo la vida y sobre todo debo seguir mis sueños. Gracias por todo lo que has hecho por mí"... Las lágrimas se asomaron a sus ojos pues sabía que su abuela ya no estaría ahí para verla crecer como persona, como profesional de la ilustración, como artista... y ahí, pese las lágrimas de tristeza comenzó su metamorfosis. Empezó a hablarse cada mañana, a decirse cosas bonitas, a creer en sí misma, y como os conté al principio a quererse más. Hoy es la mujer con la que tengo el gusto de compartir la vida, compañeras y no sólo de piso, mal vistas por mucha gente pero en el fondo sólo nos importa lo que piensan de nosotras aquellas personas a las que queremos, hemos sido capaces de romper todo aquello tóxico que afectaba negativamente a nuestras vidas y a nuestro ánimo. Y hoy, pese a todos los males que hay en el mundo, Samanta es feliz y yo también de que haya podido cumplir su sueño, cada una tiene su camino y sus ilusiones y es importante que dejemos los reparos atrás: empoderamiento, sororidad y resiliencia, son los tres pilares fundamentales que sustentan nuestra vida. Que no os engañen, la felicidad no viene de la mano de un hombre que traiga el sustento a casa, la felicidad no depende de segundas personas, de tener o no pareja... para mí la felicidad es el camino de la vida, no un destino y creedme cuando os digo que vendrán tiempos duros pero incluso de ellos sacaréis algo bueno si conseguís verlo con la mirada adecuada.


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